Cuando hablamos de defensas, la mayoría de las veces nos centramos en los alimentos, nutrientes, minerales que las refuerzan, pero ¿cuáles son los factores que hacen que disminuyan? Tenerlos claro es clave para poder ahorrarnos resfriados o gripes, entre otros:
Un estilo de vida sedentario
Hacer ejercicio es tanto o más importante para el sistema inmunitario que asegurar al organismo la ingesta de vitaminas y minerales. Aleja los efectos nocivos de la inactividad sobre el sistema inmune y aporta beneficios directos.
La mala alimentación
¿Te alimentas suficientemente bien? Muchas veces vivimos a caballo entre una alimentación sana y una que no lo es tanto. Según la época, si estamos estresados o angustiados es probable que recurramos a alimentos que no nos hacen ningún bien en el cuerpo y por tanto, nuestro sistema inmunitario se debilita. Un déficit, pero también un exceso de nutrientes como vitaminas, hierro y minerales son grandes responsables de la salud de nuestro sistema inmunitario.
Los cambios climáticos
La estacionalidad afecta a la expresión molecular humana. Determinados genes proinflamatorios pueden aumentar al bajar las temperaturas. En cambio, cuando las temperaturas son altas, existen más probabilidades de que haya más bacterias en los alimentos y se multipliquen las enfermedades gastrointestinales. Hay que tener presente que los cambios bruscos de temperatura nuestro organismo los percibe como forma fisiológica de estrés y genera de forma automática mecanismos de adaptación. Los cambios de temperatura no sólo engloban los factores ambientales: tomar algo muy frío o muy caliente también puede afectar de forma directa a nuestro sistema inmune.
La contaminación
La exposición al aire contaminado disminuye la función de las células reguladoras (Treg) encargadas de frenar la reacción del sistema inmunitario frente a los agentes patógenos en el cuerpo. Una reducida actividad de estas células está altamente relacionada con el aumento de los síntomas de asma.
La edad
Cuando envejecemos, nuestro sistema inmunitario también lo hace: tarda más en responder ante los agentes externos que pueden entrar en nuestro cuerpo, las vacunas (antigripales o no) no funcionan tan bien ni protegen durante tanto tiempo, se puede presentar alguna enfermedad autoinmunitaria en la cual el organismo se ataca a sí mismo por error, y finalmente, el cuerpo tarda en curarse más, ya que hay una cantidad menor de células inmunitarias en el cuerpo.
El estrés, la ansiedad y la depresión
La relación entre el sistema inmunitario y el nervioso es compleja. En realidad, el estrés, la ansiedad y la depresión no nos ponen enfermos de forma directa, pero debilitan el funcionamiento inmunológico y esto provoca una mayor indefensión ante los agentes nocivos externos.
La falta de sueño
Cuando dormimos el sistema inmunitario expulsa proteínas (citocinas) que ayudan a promover el sueño. Algunas citocinas son las responsables de reproducirse cuando existe alguna infección o inflamación, o cuando se está estresado. La falta de sueño reduce la producción de estas proteínas y los anticuerpos y las células que combaten las infecciones también disminuyen.
El tabaco y el alcohol
Su consumo afecta al intestino, pieza clave del sistema inmunitario, lo que nos hace más propensos a sufrir infecciones y manifestaciones atópicas como el asma o los eczemas.
Un sistema inmunitario desequilibrado no es capaz de detectar a tiempo las células infectadas por bacterias o virus y favorece su multiplicación, reduciendo aún más la capacidad del sistema para combatirlas. Ahora que ya tienes claros los principales factores que debilitan a las defensas, ¡es momento de actuar! Tanto si tomas soluciones orales para combatir bacterias y virus como si no, ¡ten presente estos puntos y mantente sano durante todo el año!